lunes, 2 de mayo de 2016

CASA DE LA MEMORIA INDOMITA

CASA DE LA MEMORIA INDOMITA
(MUSEO)




La Guerra sucia en México, que desató la represión del Estado el 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971, sirvió de algo además de incrementar el sufrimiento de los familiares de los desaparecidos.


Liderado por la activista Rosario Ibarra de Piedra, el museo Casa de la Memoria Indómita se convierte entonces en un espacio dedicado a la difusión y comprensión del oscuro periodo en donde la persecución política y la desaparición forzada eran las únicas vías para eliminar la oposición al Estado.


En el museo se puede observar una sala típica  de los sesenta y setenta, desde las vitrinas, los sofás y las carpetas bordadas esperando el regreso de hijos y esposos desaparecidos, cuyas fotografías decoran la estancia.

La Casa de la Memoria Indómita pretende convertirse en un símbolo de gratitud y libertad.

Con videos, audios y documentos, el recinto documenta e ilustra la Guerra sucia, las matanzas del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971, los sufrimientos de las víctimas y las estrategias represivas del Estado, las batallas de los familiares de los desaparecidos, las demandas pendientes, así como las secuelas actuales del fenómeno.
Una sala más está dedicada a las luchas del Comité ¡Eureka! y a sus logros, como la amnistía conseguida mediante una huelga de hambre en 1978 o el haber roto el mito, en el ámbito internacional, de que el Estado mexicano respetaba los derechos de los ciudadanos.

También se expone la evolución del movimiento desde su etapa inicial, de lucha política, a la actual, de dimensión social. Así como las estrategias de grupos aliados más jóvenes —como H.I.J.O.S. México— para mantener el tema en la conciencia colectiva.

“No busques lo que no hay: huellas, cadáveres / que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa, / a la Devoradora de Excrementos”, dice otro fragmento de Memorial de Tlatelolco. Pero la Casa de la Memoria Indómita no se rinde; todo lo contrario.
El museo Casa de la Memoria Indómita, en el cual se documenta y expone la lucha que durante más de 35 años han encabezado las familias de los desaparecidos políticos de la guerra sucia
Cuanto se habla en estos tiempos de presos políticos, de desaparición forzada, de “guerra sucia”. Parece que la vieja jerga de la disidencia política y el movimiento estudiantil de mediados del siglo pasado se repite en pleno siglo XXI.

El Museo de la Memoria Indómita es el homenaje a los desaparecidos políticos mexicanos cuya lucha social y política fue frenada desde 1968 y hasta 1980, periodo denominado como la guerra sucia. Fue creado por iniciativa del Comité Eureka!, una organización no gubernamental que desde su fundación en 1977 se propuso localizar a todos los desaparecidos políticos en México.

El Comité Eureka! nació en 1977 por iniciativa de Rosario Ibarra de Piedra, cuando en dicho año, su hijo Jesús Piedra Ibarra, fue secuestrado por la Dirección Federal de Seguridad que lo acusaba de ser miembro de la Liga 23 de septiembre.

En aquel entonces el Comité se llamó Comité Pro-Defensa de Presos Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos de México, y desde su fundación, han dado con el paradero de 148 personas desaparecidas.

Una pared repleta de fotos de Las Doñas, sobrenombre con el cual se conocía a las mujeres que conforman el Comité Eureka!

En la primera sala podemos apreciar imágenes, videos y audios de aquel 2 de octubre, de aquella Plaza de las Tres Culturas que alberga una parte importante de nuestra memoria política en 1968.

Podemos escuchar las declaraciones del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz, así como hundirnos en la lectura de la carta de un estudiante desaparecido el 10 de junio de 1971, el día del Halconazo. Un facsímil de dicha carta añade más melancolía e intriga en el recorrido.

La siguiente sala están, unas viejas televisiones nos muestran imágenes de los ex presidentes Luis Echeverría y José López Portillo, fragmentos de películas de Cantinflas y la India María, y un video institucional que explicaba algunas de las funciones de la extinta Dirección Federal de Seguridad.

El mensaje es contundente: la visión rosa que los medios de comunicación de la década de los setenta difundían a miles de mexicanos.


La siguiente habitación nos transporta a una horrible sala de interrogatorio, donde la única luz que existe en el cuarto es la que alumbra la silla negra que se encuentra en medio del cuarto.

Escuchamos las recreaciones de los desgarradores testimonios de sobrevivientes de la DFS. Una mujer relata cómo fueron electrocutados sus genitales mientras la amenazaban con lastimar a su familia si no hablaba.

Pasamos a una sala llena de fotografías de jóvenes desaparecidos. Decenas de fotografías adornan los muebles típicos de las familias de clase media de mediados del siglo pasado.
Al seguir el recorrido encontramos pancartas con consignas políticas, propaganda electoral y algunas fotografías de manifestaciones.

En un pequeño espacio ambientado como un calabozo, hay jaulas de ratones; en cada una de ellas podemos apreciar la foto de políticos mexicanos, con traje de penitenciario, y con un cargo ficticio. Entre las figuras públicas podemos encontrar a Felipe Calderón, Gustavo Díaz Ordaz, Genaro García Luna, Vicente Fox, Enrique Peña Nieto, entre otros.
Con una exposición fotográfica de los pobladores de San Salvador Atenco, Estado de México. Se puede ver un video donde se recuerda la transmisión en vivo, cuando policías federales y habitantes de Atenco se enfrentaban luego de que se dio la orden de desalojar a los colonos de dicho municipio para poder construir un nuevo aeropuerto.

El video concluye con la accidentada visita del entonces candidato a la presidencia, Enrique Peña Nieto, a la Universidad Iberoamericana en mayo de 2012. Este suceso, y la cobertura que algunos medios le dieron, propició la creación del movimiento #YoSoy132.

El Museo de la Memoria Indómita alberga más de 30 años de historia política del país, se sostiene con el apoyo de estudiantes voluntarios que en sus tiempos libres se encargan de él.



Los integrantes de los grupos nacionales que optación por modificar las condiciones políticas del país, recurriendo las armas, fueron también considerados como objetivo de aniquilamiento y destrucción. Diseñados para capturar, someter, torturar, desaparecer temporal o definitivamente a los detenidos y, en muchos casos ejecutarlos extrajudicialmente.

Esta forma de exterminio se complementó con otros mecanismos en los que se tomaban rehenes a familiares y amigos, carios de los cuales terminaron desaparecidos. O bien, después de torturar y desaparecer temporalmente a sus víctimas, entregarlos a la autoridad competente con las confesiones obtenidas por medio de la tortura, para que sirvieran de base e inculpatorias con las que mantenían detenidos a los que lograban salvarse de la desaparición permanente.
La policía tenía listas de los fugitivos, que eran los candidatos a ser desaparecidos mediante los procedimientos señalados, cuando fueron capturados. Esta política de Estado, de aniquilar a los integrantes de los grupos disidentes que no pueden controlar, se ejemplifica en los casos expuestos; sin embargo, es la misma política seguida en contra de los grupos estudiantes en provincia, de los movimientos sociales que ampliaban su base social o cobraban visibilidad.

Los crímenes que se imputan a las fuerzas armadas y a las fuerzas de seguridad tienen que ver;
·         Con el derecho de guerra
·         Con las garantías individuales que todo Estado está obligado a salvaguardar aun en estado de emergencia.

·         Con los derechos fundamentales establecidos en la Constitución, en el derecho internacional y en la legislación vigente del país.
Los crímenes que se documentan con testimonios y evidencias en este trabajo permiten concluir que el Estado mexicano es responsable de crímenes de esa humanidad.
La opinión pública se enteró de la guerrilla de manera limitada y distorsionada, con calificativos como el de vulgares delincuentes, o de los terroristas.
La desaparición es cruel y despiadada, porque el poder del Estado  se sustrae a la víctima de la sociedad civil a la que pertenece, arrancándola de ella con absoluta privación de sus derechos, dejándola en total desamparo frente a los actos criminales que ella ejerce sus captores y torturadores que han sido y son el ejército, la marina y las policías creadas anti constitucionalmente para este fin.


En México, la lucha por la libertad por los desaparecidos y por respeto a los derechos humanos emprendida por familiares del comité Eureka. Ha sido acompañada de aquella represión, por las libertades democráticas y la solidaridad para las luchas populares.
En esa búsqueda Rosario se enfrentó a las antesalas, las esperas, las negativas de los funcionarios, la hipocresía y desamparo de las instituciones legales. Sin embargo se encontró también con madres con el mismo reclamo: la presentación con vida de sus hijos.

Aprendizajes:
Se ha iniciado una larga y difícil lucha a pesar de la desigualdad de la fuerza, cuando nadie se le ocurría que a fundamental la lucha por los derechos humanos, cuando nadie se organizaba para su defensa, los familiares de los desaparecidos fuimos el motor de un gran movimiento, realizando marchas, mítines huelgas de hambre, plantones, bloqueos y acciones de un gran carga simbólica.
También la necesidad de la democracia frente a un Estado autoritario, el régimen presidencialista no concede prácticamente  un respiro de oposición. 



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